Ahí está, peregrino que te acercas, el madero de la Cruz. Cruz solitaria e iluminadora desde su camarín, envuelta en dorados como por disimular su rudeza…, su escándalo: “¿Por qué? ¿Por qué tanto dolor y la muerte injusta y violenta? ¿Por qué la muerte de Dios Hijo?”… La fe no nos ha sido dada para evitar las preguntas, sino para ahondarlas.
La respuesta sólo vendrá de vuelta, cuando la misma fe nos lleve a descubrir el sentido oculto del sufrimiento. Entonces la pregunta “¿por qué?” será trasformada en entrega confiada a los caminos misteriosos del Dios que crea vida de la muerte.
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