Parece cerrado
pero abre mis miras
al recogimiento interior
mostrándome todos sus encantos.
Los sonidos, la luz.
El silencio en medio
y el tiempo sin protagonismo.
Solo en compañía de claroscuros
para adentrarme sin reparos
en este itinerario contemplativo…
Oigo rumores
del agua saltarina
y de mi sed viva
al borde de esta piedra
que mana ansias saciadas
o por venir.
Acaricio sus muros
y alguna de sus flores
para sentir mi pulso
y no olvidar el tacto tierno
de las cosas en sus adentros.
Los olores se mezclan
como mis nostalgias
y querencias
sorprendiéndome
en el instante preciso.
Justo ahí,
otros peregrino/as llegan
y su saludo me recuerda
que somos soledad en compañía,
comunidad de miradas despiertas
por las arcadas
del CLAUSTRO lebaniego.
(Toño Martínez. Paseando por el claustro de santo Toribio)
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